NACHO VEGAS EN INVERFEST: OTRO DÍA EN LA OFICINA [CRÓNICA]
Fotografía: Pablo Loriente [@hombrelunapodcast] |
Seis meses después de la presentación de su último disco Mundos inmóviles derrumbándose en directo en Madrid [PALABRAS MAYORES] y resuelta aquella incógnita de cómo encajarían sus canciones en un concierto, Nacho Vegas regresó a la capital. En esta ocasión el cantautor asturiano formaba parte del cartel de la novena edición de Inverfest y el escenario en cuestión, La Riviera. De modo que el 28 de enero allí se congregaron sus seguidores. A ojo desde las alturas, dos tercios del aforo, seguramente más. No hubo "todo vendido", pero teniendo en cuenta que el aforo de la sala es de 2000 personas y que aún teníamos fresca la cita anterior, notable.
De hecho, cuando el temario empezó alrededor de las 21:05 horas —técnicamente no hubo retraso—, aún había mucha gente guardando cola en el exterior. Gente que se perdió los primeros compases, incluido ese "mundo inmóvil" que adornaba el escenario y tuvo que ser enderezado justo antes de que sonara Belart: "Qué fácil es para una rosa morir, no se oye ningún lamento. Qué duro fue para ti sobrevivir después de otro aplastamiento...". Primeros cánticos por parte del público y primera ovación a pesar de que la canción no sonó muy allá. Nacho quiso saludar antes de dar buena cuenta de Detener el tiempo, segunda parada del listado y primer clásico de la noche: "Por primera vez sentía el miedo de verdad y aún entonces ya sabía que no me abandonaría. Y soñé con una multitud siguiéndome que me gritaba 'el tiempo no se puede detener".
Fotografía: Pablo Loriente [@hombrelunapodcast] |
Si en verano ya me sorprendió la evolución del gijonés como 'crooner' sobre el escenario, en La Riviera me convenció más si cabe. Así empezó el concierto, pero tras Detener el tiempo ya echó mano de la guitarra y comenzaron a sonar peticiones entre el público. Desconozco si alguien pidió Ser árbol, pero el tema de Violética se celebró con una doble ovación —porque más de dos pensaron que terminó antes—. "Vamos a cantar algo en asturiano", comentó Nacho a continuación refiriéndose a su versión de Summer's End de John Prine: Muerre'l branu. La siguiente canción arrancó con ovación directamente y unos cuantos móviles en alto: "Caminé cinco lunas más, me creí morir. Cualquier ser se puede arrastrar, seguí como un reptil". Menuda manera de corear El don de la ternura, otra de las canciones de Mundos inmóviles derrumbándose.
En la primera media hora de concierto la gente fue animándose poco a poco, pero entonces cayeron La ciudad más triste y Ciudad vampira y definitivamente venirse abajo dejó de ser una opción. "¿Quieres saber dónde estoy?, tan solo mira detrás de la cortina y verás que ese podría ser yo, ese que está justo allí con un viejo disfraz de esqueleto...", todo el mundo acabó cantando Lo que comen las brujas bajo la luz de los focos que iluminaron la pista. Al son de Ramon In volvimos a Mundos inmóviles derrumbándose y disfrutamos del momento más sentimental de la velada. Tantas ganas había de escucharla en condiciones, que hubo quienes mandaron callar a las cotorras de turno: "El día en que Ramón murió, cada uno con sus asuntos. Hicimos muchas cosas a la vez, pero ninguna juntos. Tantas cosas a la vez, pero ni una sola puta cosa juntos".
Fotografía: Pablo Loriente [@hombrelunapodcast] |
Casi nos dieron las 22:00 cuando Ramon In prácticamente encadenó con El mundo en torno a ti; insisto, en unos años, si se mantiene en el repertorio en directo, una de las favoritas. Y a propósito de favoritas y de Mundos inmóviles derrumbándose, ojalá también se mantenga en el repertorio Big Crunch, un auténtico puntazo. Momento de la presentación de parte del equipo, empezando por los músicos y en concreto por el batería Manu Molina, por ser quien lleva más tiempo junto a Nacho —20 años—.
Y como ya he destacado cómo Nacho se desenvuelve como 'crooner' en directo cada vez mejor, también me gustaría destacar la dupla de guitarras que forman Joseba Irazoki y Juliane Heinemann. Desconozco cuánto tiempo llevan en la banda, pero claramente van a más e incluso sus coros lucen más, especialmente los de ella. Sin desmerecer la labor de Hans Laguna al bajo y de Ferrán Resines con los teclados, por supuesto. Por cierto, La gran broma final deparó el mayor guitarreo del concierto con permiso de los riffs de La pena o la nada. Se trató del momentazo del concierto con el personal desgañitándose y Nacho Vegas igualmente desatado dándole a la percusión.
Tal fue la intensidad de La pena o la nada, que eclipsó las dos últimas canciones: El Ángel Simón —con recuerdo para el rapero encarcelado Pablo Hasél y alegato por algo más que la libertad de expresión— y El hombre que casi conoció a Michi Panero. Fin de fiesta por todo lo alto al filo de las 23:00 horas. Otro día en la oficina, la enésima demostración en directo de que Nacho Vegas es muy bueno y para dar fe de ello no hace falta ser notario...
Texto: Alberto C. Molina
Fotografía: facebook.com/nachovegasoficial (Yahvé M. de la Cavada [@yahvemc]) |
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